Conversaciones en Alaska, con Ucrania en el punto de mira
Este acontecimiento se produce en medio de un período tenso en las relaciones entre Moscú y Washington. A finales de julio y principios de agosto, el presidente estadounidense Donald Trump anunció que continuaría suministrando armas a Ucrania y consideraría nuevas sanciones contra Rusia. Estas medidas suscitaron la preocupación de que la "luna de miel" entre Moscú y la nueva administración estadounidense hubiera terminado.
Sin embargo, algunos analistas optimistas creen que las acciones del presidente Trump son más tácticas que estratégicas a largo plazo. El objetivo principal es presionar al oponente para que haga concesiones y luego allanar el camino al diálogo.
Sin embargo, pocos esperaban que una cumbre, que suele prepararse durante meses y estar marcada por filtraciones, pudiera celebrarse con tanta rapidez y mantenerse en secreto como esta. Esto plantea la posibilidad de que fuera el resultado de una decisión repentina al más alto nivel, o que todo el proceso se preparara en absoluto secreto.
El tema de Ucrania sin duda será central en la próxima cumbre entre Rusia y Estados Unidos. Simplemente porque, sin avances sustanciales en este asunto, es políticamente imposible promover una mayor cooperación bilateral.
En los últimos seis meses, las negociaciones sobre Ucrania han avanzado poco. El presidente Trump se ha vuelto cada vez más impaciente, pero se mantiene firme en su determinación. Para Trump, admitir la derrota en el caso Ucrania no solo representa una pérdida política, sino también personal.
La lista de iniciativas de reconciliación que el Presidente Trump ha promovido o ha dicho que impulsará, desde el Congo y Ruanda hasta Tailandia y Camboya, India-Pakistán, Israel-Irán y, más recientemente, Armenia-Azerbaiyán, parece reforzar su creencia de que la diplomacia estadounidense puede resolver cualquier conflicto si se despliega adecuadamente.
Pero más allá de las motivaciones personales, una estrategia más amplia está moldeando las decisiones de Washington. Con China y Asia como prioridades estratégicas, la administración Trump ha buscado desde hace tiempo reducir su presencia en Europa, en particular en el conflicto de Ucrania. El escenario ideal para Estados Unidos, argumenta Trump, es que Europa se ocupe de sus propios problemas, con Estados Unidos desempeñando un papel mínimo.
La realidad, sin embargo, sugiere lo contrario. A medida que la OTAN continúa expandiendo su papel y exigiendo el apoyo de Estados Unidos, una retirada completa se vuelve imposible. La situación ocurrida en Libia parece repetirse en Ucrania, pero a mayor escala y con mayor compromiso. Los aliados europeos carecen de la capacidad militar para sostener una confrontación a largo plazo con Rusia, lo que arrastra a Estados Unidos al conflicto a pesar de su deseo de reducir su participación.
Por lo tanto, Ucrania no es solo un asunto regional, sino también un cuello de botella para la estrategia global de Estados Unidos. Resolver el conflicto, o al menos congelarlo bajo condiciones controladas, será un requisito previo para que Washington reoriente sus prioridades estratégicas hacia Asia y evite quedar atrapado en una crisis prolongada en Europa.
Puerta estrecha para el compromiso
Sin embargo, es probable que el camino hacia la paz en Ucrania se vea obstaculizado por la firme postura de Moscú, que busca una solución integral, jurídicamente vinculante y a largo plazo. Para Rusia, poner fin al conflicto no es simplemente una cuestión de alto el fuego, sino de eliminar por completo la amenaza que emana de Ucrania, incluido su potencial técnico-militar, así como de resolver definitivamente las disputas territoriales.
El fracaso del proceso de Estambul en 2022 se debió en gran medida a la negativa de Kiev a considerar propuestas de paz en ese sentido. Sin embargo, para Rusia, estas condiciones no son negociables, sino consideraciones vitales de seguridad nacional. Según Moscú, si Ucrania permanece bajo la influencia occidental, mantiene su potencial militar y no logra un acuerdo vinculante para poner fin a los combates, el conflicto corre el riesgo de reavivarse con mayor intensidad en un futuro próximo. En ese contexto, cualquier esfuerzo de mediación del presidente Trump que no aborde las demandas fundamentales de Rusia difícilmente producirá resultados duraderos. Washington parece ser consciente de las preocupaciones fundamentales de seguridad de Moscú y busca un acuerdo. Sin embargo, aún quedan muchos escollos por delante.
En primer lugar, incluso si el presidente Trump logra convencer a Kiev y a sus aliados europeos de alguna solución, el apoyo será desigual. Cualquier acuerdo alcanzado en Alaska probablemente encontrará resistencia dentro de Ucrania y algunos países de la UE.
En segundo lugar, la postura oficial de Washington ha sido que la paz debe forjarse mediante negociaciones directas entre Rusia y Ucrania, con Estados Unidos actuando como mediador u observador. Esta estructura se adoptó en Estambul y, de mantenerse, el siguiente paso tras la cumbre debería ser restablecer el formato del diálogo ruso-ucraniano, ya sea en su forma original o con modificaciones.
En tercer lugar, y quizás el más importante, está la disposición del presidente Trump a aceptar las condiciones de Rusia. Dada su reputación de "negociador duro", es improbable que acepte plenamente las exigencias de Moscú. Por otro lado, los líderes rusos tienen un historial de no ceder ante la presión. Por lo tanto, esta cumbre será más una prueba de posición que un foro para avances inmediatos.
En este contexto, es difícil predecir el resultado concreto de la cumbre. Moscú tiene dos opciones: lograr las condiciones clave para una solución política o ganar más espacio y condiciones favorables para continuar la campaña militar con el apoyo de un proceso de negociación paralelo. Para el presidente Trump, el objetivo es lograr un compromiso para poner fin al conflicto, incluso si ello implica aceptar algunos cambios en el ritmo y las condiciones. Necesita resultados concretos que demuestren su papel como pacificador, tanto ante sus votantes nacionales como ante la comunidad internacional, por lo que no puede abandonar la mesa de negociaciones con las manos vacías.
Lo más probable es que los parámetros de viabilidad se definieran con antelación durante los contactos preliminares del Enviado Especial Witkoff. Por lo tanto, es improbable un alto el fuego inmediato. El escenario más realista sería que ambas partes acordaran una hoja de ruta para la negociación, que incluyera una nueva fecha límite, un formato reorganizado para el proceso de paz y un marco actualizado para la configuración final de la solución. Sin embargo, incluso dicha "hoja de ruta" se enfrentaría a complejos obstáculos de implementación y probablemente se prolongaría en el tiempo.
Hung Anh (colaborador)
Fuente: https://baothanhhoa.vn/hoi-nghi-thuong-dinh-nga-my-tai-alaska-co-hoi-hoa-binh-mong-manh-hay-van-co-chien-luoc-257601.htm
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